jueves, 21 de noviembre de 2013

Entrevista a Maghy Panno



La Asociación Miguel Bru, se comienza a generar en un contexto sociopolítico específico en el cual ciertas necesidades de la sociedad no podían ser resueltas por el grupo estatal. Al mismo tiempo que la Bru, como la conocen todos, comienzan a surgir diversos grupos que, a nivel independiente, resolvían o intentaban resolver las falencias sociales.

Maghy Panno es trabajadora social en la Secretaría de la Niñez y participante del Foro por los Derechos de la Niñez, la Adolescencia y la Juventud. 


 ¿Cuál era el contexto socio-político en el que surgieron las ONG?

-Las ONG se fueron acrecentando en la década de los 90 en la Argentina. Este protagonismo no fue al azar sino que tuvo su correlato con una serie de medidas políticas aplicadas en nuestro país y también en gran parte de Latinoamérica conocidas como “Consenso de Washington” donde se presuponía la incapacidad del Estado de manejar en forma correcta los intereses de los ciudadanos y la falta de efectividad para elevar la calidad de vida de los pobres. Como contrapartida se proponían a las ONGs como modo de control y hacedoras de políticas públicas y acciones sociales.

¿Qué necesidades se buscaba cubrir?

-Estas ONGs disponían de los recursos existentes. No los malgastaban, llegaban a la gente. Es así como se las presentó como un fenómeno insoslayable en el escenario regional y que llevan a cabo objetivos tan importantes como contribuir al desarrollo sostenible, la democratización y la defensa de los derechos humanos , el fortalecimiento y participación de la sociedad civil, entre otros. Muchas de ellas no se sostenían y no se sostienen por sus propios medios, sino por los subsidios que el Estado les otorga.

“La realidad es que tal como están y para lo que están, no deberían existir ya que es como terciarizar al estado, eso quiere decir: mano de obra barata para cubrir necesidades que el estado debería cubrir.

¿Qué tipos de ONG hay?

-Un ejemplo son los comedores barriales ¿Por qué existen? Es un fenómeno que se da a partir del 2001 en el país. Nacieron por la crisis post década del 90, pero deberían haber desaparecido ya, porque los niños, jóvenes y las familias enteras deberían poder comer en sus casas. Pero como no hay trabajo y la pobreza sigue existiendo, los comedores barriales también.

¿Qué pasa con los espacios destinados para niños y/o adolescentes?

-En el caso de las ONG que nuclean a niños y jóvenes es otro ejemplo claro, fundamentalmente los que son hogares, donde los niños y jóvenes permanecen viviendo allí. Bueno, el gobierno les da becas con un monto irrisorio por pibe que pagan cuando quieren, algunos cobran después de seis u ocho meses.

“Hay más de 600 hogares en la provincia de Bs. As. que agrupan a más de 15000 pibes. Para los voluntarios de allí es algo que hacen con amor y a fuerza de sudarla, pero ¿por qué el estado no se hace cargo directo de los 15000 pibes? Porque le conviene más terciarizar mano de obra barata y además ahorran con las becas pe cápita. Total que se arreglen los responsables de la ONG.

Y así son en su mayoría creadas para cubrir lo que el estado debería hacer por obligación.

A modo de conclusión, ¿Cuál crees que es la solución posible?

Yo estoy convencida de dos cosas: la primera es que si los trabajadores del estado hicieran la tarea por lo que le paga el estado y sin el compromiso que tienen y, a su vez, desaparecieran todas las ONG que sostienen lo que el estado no hace, entraríamos en una crisis terrible y eso lo sabemos todos lo que ponemos de una u otra forma el hombro. Vos lo hacés en la facultad, yo en la Secretaría de Niñez y tantos miles a lo largo y a lo ancho del país.

“¿Debería ser así? Podría funcionar con ONGs pero si las políticas públicas estuvieran discutidas y decididas por los que estamos en el territorio y por lo trabajadores estatales.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

“La única lucha que se pierde es la que se abandona"

Lucas MacGuire, es el encargado de la “casa” de la Asociación Miguel Bru en Parque Patricios.
Un hombre de 41 años de edad, pero que aparenta mucho menos; se mantiene con una gran vitalidad, su figura se asemeja a la de un “Rock Star”: pelo semi largo y rubio, jeans, voz ronca de fumador y un cuerpo flaco y alto. Su personalidad es lo que más llama la atención, además de su gran parecido al cantante venezolano Carlos Baute. Una sonrisa abierta de oreja a oreja resalta en su cara, muy simpático y atento, su forma de ser produce cierta comodidad y relajación al momento de entablar conversación con el.

Arrancando como colaborador en la Isla Maciel, Lucas siempre estuvo predispuesto a ayudar voluntariamente a proyectos como este. Llego a dirigir la Sede Parque Patricios porque él se ofreció, sin problemas, siendo el único que vive en la Capital de la Provincia. Lucas, junto a otros pocos organizadores, lleva adelante todos los talleres y actividades, que conforman una pequeña familia que se hacen cargo de la Asociación, demostrando permanentemente la voluntad y el compromiso que tienen, día a día y horas y horas de constante dedicación. Este cambio de vida y organización basada en sus actividades dentro de los talleres, no logran ser una mera sobra de la bandera de lucha que llevan en nombre de Miguel y de todas esas personas que encuentran en la Asociación su hogar.
“-Tenemos tres talleres de música, que son ensamble musical de todos los instrumentos, batería y canto. Después tenemos talleres de computación y de electricidad.
-¿Todos los talleres se desarrollan acá?
-Todos los brindamos acá, pero son articulados con organizaciones más allá del estado.”. Así comenzó Lucas, contando como eran los talleres y cómo se empezaron a conformar. Habló del compromiso de todas las personas que se encuentran ahí y como lo hacen sin obtener beneficio alguno, más allá que la contención y felicidad de los que asisten a los talleres.

Una tarde primaveral de sábado, mientras recorría las diferentes habitaciones del lugar y mostraba para que servía cada una, Lucas comentaba sobre los principios de la Asociación: “Hace siete años que contamos con este espacio para desarrollar los talleres, anteriormente brindábamos apoyo en la Isla Maciel. Ahí es donde comenzó todo este proyecto...”.
Lucas llegó a la asociación no a través del periodismo, sino por medio de la experiencia, de venir trabajando en otros talleres de inclusión social, ya desde chico. —En mi época, cuando yo era un borrego de alguna manera, yo era asistente en algunos talleres. Entonces trabaje de alguna forma la experiencia, y como yo soy uno de los pocos que vive acá en Capital, decidí coordinar este proyecto. Hace ya siete años que seguimos ahí en “pie de guerra”. —Contaba
Lucas mientras reía y mostraba nuevamente su gran sonrisa campechana ­—.

Cuando se sentó en uno de los sillones de la sala, luego de ofrecer gaseosa, parecía que iba a dar una conferencia de prensa, pero con personas que se asemejaban a amigos de toda la vida. Contestaba con exactitud, tranquilidad y buena voluntad todas las preguntas que le hacían. Explicó que no obtienen subsidio del Estado y que no se le paga a nadie ningún tipo de sueldo, también habló de Rosa Bru con una sonrisa en el rostro. Parecía que hablaba de ella como si fuera su propia madre. Contó que Rosa siempre está ocupada, por lo que no siempre va. Los visita en ocasiones importantes.
Al contar que no obtenía donaciones excepto electrodomésticos como un freezer y una heladera, los cuales hoy en día se encuentran utilizándolos, surgió la pregunta de donde sacaban el dinero para mantener la sede, que se encontraba sumamente prolija y ordenada. En ese momento Lucas MacGuire comentó que León Gieco ayudaba para la parte económica, que los recitales que brindaba eran a total beneficio de la Asociación y con eso se mantenían más o menos. Siempre se creó la idea de que León pudiera ir hasta esas callecitas pequeñas de Parque Patricios, a visitarlos, pero nunca se ha concretado. “Este año se va a implementar un nuevo taller de periodismo y esperamos que venga León, o esa es la idea.”, decía con ilusión y felicidad, al esperar la visita del cantautor argentino.

Hoy en día Lucas está haciendo una maestría en comunicación y derechos humanos en la vieja sede de la facultad de Periodismo de La Plata, “allá por 44”, esto también demuestra el carácter inquieto y de superación que hacen de Lucas un hombre que siempre busque relacionar su vida a la Asociación y la Asociación a su vida, en la búsqueda de saber siempre un poco más.

martes, 22 de octubre de 2013

Ambiente de progreso



Tras la tortura y desaparición de Miguel Bru, en el año 1993, la Asociación Miguel Bru (sus amigos y familiares), comenzaron con la idea y luego la realización de estas sedes, que día a día resalta el espíritu y mantiene vivo el recuerdo de este joven estudiante desaparecido en una comisaría de La Plata. Manteniendo dentro de sus paredes, no sólo compromiso, sino una gran historia detrás.

Existen 2 sedes patrocinadas por la Asociación, una se encuentra en la ciudad de La Plata. Esta sede central se encarga de los casos sufridos por familiares de víctimas de violencia institucional o gatillo fácil. Y la sede de Parque Patricios, está más abocada al servicio social. Tiene como finalidad generar un espacio de contención para jóvenes en situación de vulnerabilidad social de la zona sur de la Ciudad de Bs. As. y el conurbano, promoviendo su inclusión social mediante la capacitación en oficios, fortaleciendo su capacidad de trabajo y la promoción de espacios culturales.

La casa de Cultura y Oficios Miguel Bru desde un comienzo deja ver la dedicación y prolijidad que existe dentro de esta sede, colores tenues y coloridos al mismo tiempo marcan una modernidad y generan el deseo de querer entrar. A primera vista lo que resalta es el cartel de entrada que dice “Asociación Miguel Bru, casa de Cultura y Oficios”, por medio de una imagen pintada que resalta entre los colores tenues un tono naranja como una llama encendida.

A los laterales de la puerta principal se observa un mural pintado del rostro de Miguel, pequeño y colorido, con esa tranquilidad que transmite su mirada. Basado en una foto con cuadrados que van conformando la imagen en diversas tonalidades, se encuentra en primera plana el rostro de Miguel con una leve sonrisa y una pequeña ternura que se vislumbra en su expresión.
A contraposición de aquel mural la inscripción AMB marca y denomina el lugar haciendo referencia específica a su nombre.
Todo este escenario de presentación pareciera combinarse para causar una buena impresión a aquel que luego de haber transitado por calles y avenidas a las que no conoce, pudo dar con la pintoresca cuadra de Parque Patricios donde se ubica esta sede de la asociación.

Desde el hall central de la asociación, se escucha la voz de Lucas Mac Guire, encargado del lugar, pidiendo perdón a sus alumnos porque el profesor de computación no pudo asistir  y por consecuencia las clases no se pudieron dictar. A lo cual comentaba Lucas Mac Guire, que cuando pasan estas situaciones de ausencia, no pueden cubrir los horarios y como todo es hecho voluntariamente, tampoco se le puede pedir a los talleristas mas de lo que brindan.

Días después, en la misma sala de computación, la primera de las salas que se encuentra al entrar a la “casa” como la llama Mac Guire, se dictaron clases con normalidad. Frente a las computadoras niños, mujeres y personas de todo tipo de edad se sientan y escuchan atentamente lo que los talleristas tienen para enseñarles como herramientas en el futuro. Los rostros iluminados por la luces de las pantallas atentas a la explicación, hacen por ese instante perder de vista la realidad en la cual se encuentran, dejar de lado aquello que tanto los persigue día a día.

No sólo existen talleres de computación, la cocina y el arte son bases fundamentales en los programas de la AMB. Esto se ve por la disposición de las aulas y la cocina. En el centro del lugar hay un pequeño sum (salón de usos múltiples) que da primero a la cocina, y luego al aula donde están los instrumentos musicales. Si bien se nota un desorden en la ubicación de los distintos instrumentos se destaca entre la batería, el piano y los timbales, la posición de la guitarra en una esquina como en un pedestal.

Las fotos de Miguel junto con las de los chicos que reciben esta ayuda voluntaria en las paredes demuestran el carácter social y de lucha que existe no sólo desde Rosa Bru y los familiares de las víctimas, sino una lucha distinta, una batalla de aquellos que no buscan justicia frente a un juicio sino que buscan justicia social. Poder tener la posibilidad de un cambio, de un trabajo, de una vida digna en la que su familia pueda tener los recursos básicos para vivir, donde su visión va más allá de la delincuencia, va en busca de un progreso de vida. 

Niños recién salidos de una escuela cercana pasan frente a la asociación, tal vez sin saber que en ese lugar se brinda ayuda a jóvenes como ellos pero con realidades de vida distintas, nos despiden de este lugar inmenso en su lucha, pero no así en su espacio físico.

Un gran esfuerzo, compromiso, días y horas constantes de trabajo hacen que la AMB funcione, pero no como un sitio normal donde se dictan clases. Es un lugar donde todo adquiere valor, el más mínimo aporte los “chicos de la Bru”, lo transforman en algo sumamente valioso, un lugar donde se encuentra necesitado, pero no de amor ni de entusiasmo sino de manos para poder seguir en progreso y realizar un cambio.