martes, 22 de octubre de 2013

Ambiente de progreso



Tras la tortura y desaparición de Miguel Bru, en el año 1993, la Asociación Miguel Bru (sus amigos y familiares), comenzaron con la idea y luego la realización de estas sedes, que día a día resalta el espíritu y mantiene vivo el recuerdo de este joven estudiante desaparecido en una comisaría de La Plata. Manteniendo dentro de sus paredes, no sólo compromiso, sino una gran historia detrás.

Existen 2 sedes patrocinadas por la Asociación, una se encuentra en la ciudad de La Plata. Esta sede central se encarga de los casos sufridos por familiares de víctimas de violencia institucional o gatillo fácil. Y la sede de Parque Patricios, está más abocada al servicio social. Tiene como finalidad generar un espacio de contención para jóvenes en situación de vulnerabilidad social de la zona sur de la Ciudad de Bs. As. y el conurbano, promoviendo su inclusión social mediante la capacitación en oficios, fortaleciendo su capacidad de trabajo y la promoción de espacios culturales.

La casa de Cultura y Oficios Miguel Bru desde un comienzo deja ver la dedicación y prolijidad que existe dentro de esta sede, colores tenues y coloridos al mismo tiempo marcan una modernidad y generan el deseo de querer entrar. A primera vista lo que resalta es el cartel de entrada que dice “Asociación Miguel Bru, casa de Cultura y Oficios”, por medio de una imagen pintada que resalta entre los colores tenues un tono naranja como una llama encendida.

A los laterales de la puerta principal se observa un mural pintado del rostro de Miguel, pequeño y colorido, con esa tranquilidad que transmite su mirada. Basado en una foto con cuadrados que van conformando la imagen en diversas tonalidades, se encuentra en primera plana el rostro de Miguel con una leve sonrisa y una pequeña ternura que se vislumbra en su expresión.
A contraposición de aquel mural la inscripción AMB marca y denomina el lugar haciendo referencia específica a su nombre.
Todo este escenario de presentación pareciera combinarse para causar una buena impresión a aquel que luego de haber transitado por calles y avenidas a las que no conoce, pudo dar con la pintoresca cuadra de Parque Patricios donde se ubica esta sede de la asociación.

Desde el hall central de la asociación, se escucha la voz de Lucas Mac Guire, encargado del lugar, pidiendo perdón a sus alumnos porque el profesor de computación no pudo asistir  y por consecuencia las clases no se pudieron dictar. A lo cual comentaba Lucas Mac Guire, que cuando pasan estas situaciones de ausencia, no pueden cubrir los horarios y como todo es hecho voluntariamente, tampoco se le puede pedir a los talleristas mas de lo que brindan.

Días después, en la misma sala de computación, la primera de las salas que se encuentra al entrar a la “casa” como la llama Mac Guire, se dictaron clases con normalidad. Frente a las computadoras niños, mujeres y personas de todo tipo de edad se sientan y escuchan atentamente lo que los talleristas tienen para enseñarles como herramientas en el futuro. Los rostros iluminados por la luces de las pantallas atentas a la explicación, hacen por ese instante perder de vista la realidad en la cual se encuentran, dejar de lado aquello que tanto los persigue día a día.

No sólo existen talleres de computación, la cocina y el arte son bases fundamentales en los programas de la AMB. Esto se ve por la disposición de las aulas y la cocina. En el centro del lugar hay un pequeño sum (salón de usos múltiples) que da primero a la cocina, y luego al aula donde están los instrumentos musicales. Si bien se nota un desorden en la ubicación de los distintos instrumentos se destaca entre la batería, el piano y los timbales, la posición de la guitarra en una esquina como en un pedestal.

Las fotos de Miguel junto con las de los chicos que reciben esta ayuda voluntaria en las paredes demuestran el carácter social y de lucha que existe no sólo desde Rosa Bru y los familiares de las víctimas, sino una lucha distinta, una batalla de aquellos que no buscan justicia frente a un juicio sino que buscan justicia social. Poder tener la posibilidad de un cambio, de un trabajo, de una vida digna en la que su familia pueda tener los recursos básicos para vivir, donde su visión va más allá de la delincuencia, va en busca de un progreso de vida. 

Niños recién salidos de una escuela cercana pasan frente a la asociación, tal vez sin saber que en ese lugar se brinda ayuda a jóvenes como ellos pero con realidades de vida distintas, nos despiden de este lugar inmenso en su lucha, pero no así en su espacio físico.

Un gran esfuerzo, compromiso, días y horas constantes de trabajo hacen que la AMB funcione, pero no como un sitio normal donde se dictan clases. Es un lugar donde todo adquiere valor, el más mínimo aporte los “chicos de la Bru”, lo transforman en algo sumamente valioso, un lugar donde se encuentra necesitado, pero no de amor ni de entusiasmo sino de manos para poder seguir en progreso y realizar un cambio.